domingo, marzo 09, 2008

Las mágicas manos de Ana Martin en jubileo con la Prensa Cubana



En lícito conciliábulo se confabularon el arte, el tributo y la buena interpretación, como regalo supremo de las musas para colmar la sala del teatro Auditórium Amadeo Roldán con un “Concierto de amor”.

Como un “concierto de lujo” lo calificó con justa precisión Tubal Páez Hernández, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba; y mucho más podríamos decir de este concierto homenaje por el Día de la Prensa Cubana, que en sus 30 años de vida artística ofreció la pianista cubana Ana Martin en la noche del 7 de marzo. También dedicado a las mujeres cubanas, a la cita acudieron relevantes figuras de las artes para enriquecer la noche excepcional con sus interpretaciones.

Acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional Nuestro Tiempo, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa; el baterista Enrique Plá, el percusionista Lino A. Pedroso, el bajista Michel Salazar y el Quinteto Opus 5 bajo la dirección de Irina Vázquez; la pianista inundó la sala con un tropel de sinestesias musicales haciendo brotar del teclado el olor de la campiña cubana, el sonido del agua en cascadas y el canto de las aves.

Disfrutamos del dulce ritmo del zapateo cubano unas veces, o imaginamos otras, al pregonero en medio de una plaza y a la mulata regalando su sonrisa zalamera desde una ventana.

Nos llegó el usual encanto de la flauta sublime y tierna de Iya Mezenova que, en conjunción con el piano de Ana Martin nos transportó hasta un plácido amanecer campestre, a la quietud de un luminoso arroyo o hasta un sosegado encuentro amoroso.

En esa noche pletórica de emociones las mágicas manos de Ana Martin engendraron la cadencia sensual, festiva y penetrante del danzón en todo su esplendor rítmico armónico en un estilo inconfundible.

Hay ocasiones en que los abjetivos alcanzan una dimensión extraordinaria y es eso lo conseguido al referirnos a la irrepetible experiencia cultural de la que fuimos gozosos cómplices todos los periodistas y admiradores que conformamos el cálido auditorio.

Son muchos los momentos en que la consagrada pianista nos sorprendió, como cuando se hizo acompañar por un niño desde otro piano interpretando Mis manitos juegan, o cuando interpretaron en sendos pianos La Paradoja, ella y María de los Ángeles Horta; así como la presencia de las voces cristalinas, delicadas y armoniosas de los jóvenes intérpretes Freddy Vera y Verónica Vázquez.

La conocida Schola Cantorum Coralina de Alina Orraca se sumó al jubileo para con el resto de los músicos y la pianista, ofrecer una especial apoyatura al versátil Carlos Ruiz de la Tejera en un Desiderata insuperable; seguido de un desbordamiento de sensibilidad y maestría cuando se unieron los versos de Dulce María Loynaz en voz del actor José Antonio Rodríguez y la composición musical de Ana Martin.

Con A mi padre querido, composición tributo de la Martin a su padre, el desaparecido maestro de periodistas Eddy Martin, culminó el sueño que hecho realidad nos deleitó en esa noche singular que permanecerá mucho tiempo en nuestra memoria.

El programa, conducido por Rosalía Arnáez, contó con más de veinte obras, compuestas y orquestadas por la prestigiosa pianista, demostrando así facetas poco conocidas de su quehacer musical. Cada pieza está inspirada en lo cotidiano siempre enriquecidas por sus fantasías y emociones.

Ana Martin, habanera por nacimiento, estudió en conservatorios de nuestra capital, es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y ha desarrollado una extensa carrera de tres décadas durante las que ha llevado su arte a varios escenarios internacionales en los que ha cosechado admiración y reconocimiento por su sencillez, la cubanía de sus piezas y la entrega total cuando sus manos generan las criollísimas melodías que el ébano y marfil producen para deleite de quienes tenemos el privilegio de apreciar su arte.

Como bien dice un colega: “Buen gusto, mesura, justo uso del tempo, una feminidad segura y rebosante, en fin los ideales ingredientes para un arte mayúsculo fue lo que Ana Martin prodigó en este concierto memorable”.

Sólo lamentamos que el teatro no promocionara la gala en sus vitrinas con el poster alusivo ni se invitara a participar, como sucede con todas las presentaciones en su escenario, a los abonados del teatro que dejaron de disfrutar de algo verdaderamente especial. (Fotos cortesía de Ramón Martínez Iglesias)

viernes, marzo 07, 2008

Baile sin máscaras, divertimento sobre cualidades de la juventud




Baile sin máscaras es una comedia, pero sólo en apariencia. Su verdadera esencia resulta tremendamente amarga y terrible. El “divertido” juego que inician sus cuatro protagonistas adquiere por momentos matices aterradores, sobre todo al descubrir que la realidad a la que alude resulta sospechosamente familiar. Bajo las “modernísimas” leyes de esta nueva realidad, el sexo es un deporte, el amor una utopía, la buena educación una pérdida de tiempo y el bienestar material lo único importante.

Llegados al punto donde todo es posible, las acciones se ven despojadas de su trascendencia y entonces alisarle la cola a un caballo o asesinar a alguien con un puñal, no son más que hechos.

Sin embargo, quién sabe…, tal vez no todo esté perdido y algo aún pueda ser salvado de aquello que Virgilio Piñera llamó “la violácea dilatación del olvido”.

Con el advenimiento del tercer milenio cuatro jóvenes buscan la forma de ponerse a tono con los tiempos que corren. Yordanis, Yanelis, Yilian y el Yoni se reúnen en un apartamento en la periferia de la ciudad para despojarse de la falsa moral y los prejuicios heredados mediante la construcción de una nueva sociedad sin tabúes ni prohibiciones. Se proponen el ejercicio de una libertad sin límites, quitándose las máscaras que los mantienen atados al mundo real. La única dificultad, aunque invisible al principio, será precisamente determinar cuántas máscaras ha de quitarse cada uno para llegar a ser realmente libres.

Esa es la propuesta del joven director Eduardo Eimil, sobre el texto del también joven Junior García: develar las inquietudes de una generación emergente, escrutar en los orígenes de sus motivaciones y desentrañar la madeja de contradicciones propias de esa edad. La obra transcurre en tono de comedia, pero no por ello deja de ser sincera y consecuente con los cuestionamientos que plantea. Los cuatro personajes, cada uno va encontrando otra máscara bajo la que tratan de quitarse: como un sistema de máscaras superpuestas. Una tras otra van cayendo, en un montaje lleno de ritmo, música y vitalidad, que nunca deja de sorprendernos con las revelaciones de estos jóvenes que se han propuesto, no sólo ser libres, sino absolutamente sinceros.

¿Cuáles son los límites de la libertad en este “mundo real? ¿Hasta qué punto podemos desnudar el alma y ser consecuentes con ello? ¿Es el libre albedrío la única forma de conocernos a nosotros mismos? Y esa máscara que, en el honesto intento por ser mejores, hemos dejado caer... ¿ha sido realmente la última?

Eduardo Eimil promete con sus propuestas escénicas, y en este caso sale airoso. Él mismo me confesó antes del comienzo de la función que no esperara demasiado del espectáculo; sin embargo, confieso que dentro de las limitaciones de este proyecto recién iniciado, donde la escenografía y las luces son las de la puesta que se exhibe de jueves a domingos, salí satisfecho. La temática sobre el siempre enfrentamiento a la verdad dentro de las parejas amorosas, y la insistencia en deshacerse de la doble moral me pareció bien tratada. Las actuaciones me complacieron, aunque cambiarán en cada función. No puedo dejar de destacar la aceptación del gran público mayoritariamente joven, y siento, en un caso como este, no haber podido tomar fotos del autor del texto y del director artístico, pues un precipitado cierre de cortinas conspiró contra ello.

Creo que el texto del actualmente estudiante del Instituto Superior de Arte de La Habana, Junior García está hecho con inteligencia. El autor hizo el estreno absoluto de esta pieza, como director artístico, hace algunos años en la ciudad de Holguín, de donde es oriundo.

Esta divertida y reflexiva comedia dio comienzo a la muestra de teatro de muy jóvenes o poco conocidos dramaturgos de todo el país, ciclo que continuará en la sala teatro El Sótano. (c/o P. Murrieta)